Antes de que acabara el curso pasado ( quizás quedaba una semana para terminarlo), Javi y yo decidimos tomarnos una mañana para nosotros y fuimos a un spa cercano a casa, concretamente a la zona de las piscinas termales ( malpensad@s!!!!!! ).
Estuvinos dos horitas - yo iba a relajarme, no a arrugarme, que si me estoy mucho rato en remojo luego parezco E.T - y después nos fuimos a comer a un restaurante un buen arrocito con bogavante.
Bueno pues, esa mini escapadita - si se le puede llamar así - nos sentó genial y nos hemos propuesto hacerlo de tanto en tanto... ( la escapadita... si es queeeeeeeee... ).
Os preguntareis que porqué os cuento todo esto, pues bien, el tema es que el otro día, lo comentaba con una amiga mamá y puso el grito en el cielo. No entendía cómo necesitaba desconectar y pasar un rato relajada, que esa no era mi función vital como madre y que ya hubiera sido suficiente con ir a comer fuera y que tampoco hacía falta comer exquisiteces mientras los niños comían en el comedor del colegio.
Mis obligaciones estaban por delante de cualquier relax... Surrealista... pensé que me iba a sacar del bolso el famoso libro aquel que corría en época de nuestras abuelas sobre los quehaceres de la buena esposa...
|
Ampliar para leer correctamente el Manual de la buena esposa |