Paseando por las calles de Florencia, entre fachadas renacentistas y escaparates modernos, es posible toparse con algo que parece salido de un cuento: pequeñas ventanitas de piedra o madera, a unos 90 cm del suelo, incrustadas en antiguas paredes. Si te fijas bien, suelen tener forma de arco o rectángulo y algunas incluso conservan una puertecita. Son las
Buchette del Vino, o “ventanitas del vino”, un secreto encantador que solo algunos viajeros curiosos descubren.
Estas minúsculas puertas tienen su origen en el siglo XVII, cuando las familias nobles florentinas comenzaron a vender el vino que producían en sus propias fincas directamente desde sus palacios. En lugar de montar tabernas, instalaron estas ventanitas que daban a la calle para entregar el vino en botellas o jarras a los transeúntes, evitando así impuestos y la necesidad de intermediarios.
Pero lo más fascinante es cómo estas buchette volvieron a cobrar vida… ¡en pleno siglo XXI! Durante la pandemia del COVID-19, algunos bares y enotecas decidieron reactivarlas como forma segura de servir vino sin contacto directo. Así, una tradición de hace más de 400 años volvió a tener sentido en la actualidad.